jueves, 16 de noviembre de 2017

Lengua: Leyenda Posorja


                         POSORJA
             SANTA ELENA
Amanecía en la población huancavilca. Los pescadores que habitaban lo que hoy se conoce como península de Santa Elena se preparaban para hacerse a la mar. De pronto, mecida por las olas y rodeada de blanca espuma que brillaba con el sol de la mañana, apareció una pequeña canoa de madera que parecía volar sobre las aguas.
Sorprendidos, los pescadores se acercaron nadando a la embarcación y la arrastraron hacia la playa. Cuál no sería su sorpresa al descubrir que dentro de la barca venia una pequeña niña. Era muy bonita, de rasgos delicados y cabellos claros. Estaba envuelta en finas sábanas de algodón estampadas con extraños signos. Traía, además, en su pecho, un caracol pequeño y tallado que colgaba de un cordón dorado.
Los pescadores la llevaron ante su cacique. Este y su esposa la tomaron bajo su protección.




Le pusieron el nombre de Posorja, que quiere decir ”espuma del mar”,


Pues gracias a las olas había llegado a ellos.
Posorja creció rodeada de cariño y cuidados. Era una niña muy dulce e inteligente. Cuando se hizo joven, sorprendió a todos porque empezó a predecir una serie de acontecimientos.
Vaticinaba hechos cotidianos, como los buenos o malos resultados de la pesca, si las cosechas iban a ser favorables,
 y hasta quienes serían los ganadores
 o perdedores de las batallas
 entre las tribus. Pero también
 anunciaba sucesos trágicos para
el pueblo que la adoptó. Posorja
cobró fama de gran adivina
en toda la región


Un día, conocedor de sus poderes, llegó hasta su pueblo el gran Huayna Cápac. Apenas la vio, el Inca la reconoció como una enviada del dios Pachacamac y le pidió que vaticinara su porvenir. Ella, muy triste, le reveló que pronto moriría en Tomebamba y que sus hijos Atahualpa y Huáscar se enfrentarían en una guerra por el reino.
Más tarde, el Inca Atahualpa le pidió que le revelase su futuro. Posorja pronosticó su triunfo sobre Huáscar y el breve tiempo que duraría su victoria. Le dijo, además, que unos hombres blancos y barbados que llegarían por el mar le darían muerte luego de tomarlo prisionero en Cajamarca.

Atahualpa emprendió su regreso muy preocupado. Posorja, decidida, expreso ante todo el pueblo:


Mi misión en la tierra a terminado está ha sido mi última revelación Luego, se dirigió al mar, soplo su caracol, ingreso a las agitadas aguas y las olas se la llevaron.

Nunca más se supo de ella, pero en la memoria de su pueblo queda el recuerdo de su belleza y sus poderes para adivinar el futuro.


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